Del ojigi a los problemas de la cervical

Un gusto saludarles. Me encanta contarles novedades de la cotidianidad. Vamos por ellas.

A Deborah Lee, quien nos ayudó a encontrar un departamente, le propuse que nos despidamos como lo hacemos al otro lado del Pacífico, en la latinoamérica querendona donde no sobran nunca los abrazos y los besos. Pero me intemidé con el beso que debía darle, más no con una serie de choques de manos, como lo hacen los más jóvenes. Ella es australiano-koreana y le pareció una despedida muy divertida.

Solamente me animé a jugar con ella a los saludos porque ya nos habíamos visto tres veces y habíamos ido de apartamento en apartamento tratando de cazar el espacio exacto para nuestras necesidades (de Mi Señora y mías, para decirlo con exactitud. Deborah no está buscando departamento).

Saludar con la corredora de bienes raíces era relajado pero en un primer momento, luego de superado el asombro inicial, saludar con los protocolos de rigor no lo es tanto. Los japoneses saludan en dos tiempos. Nosotros también lo hacemos. Primero las palabras y luego los gestos. Para nosotros es "Hola, cómo estás, buenos días" y luego estrechamos las manos o nos besamos las mejillas.

Cat Street, distrito de Shibuya, en Tokio. Foto: Álvaro Samaniego

Primero la palabra, luego el gesto. Dos lenguajes simultáneos. Primero unas palabras positivas, de preocupación, de solidaridad, y luego el gesto. Darse la mano derecha, como manda el protocolo occidental, tiene un origen pasado: se estrecha las manos en las que normalmente se portaba las armas, en señal de respeto y de paz. Los guerreros demostraban que el arma ya no estaba en la diestra y ese era el signo de que, al menos en ese momento, las cosas no se resolverían a mandobles. Pero sí, los saludos, inconscientes y todo, dicen algo, envían un mensaje.

Siempre me ha llamado la atención el simbolismo de los saludos más actuales. Lo que fue al inicio un apretón de manos luego se convirtió en chocar primero las manos abiertas y luego golpear los puños. Me ha sondo a que  "estoy dispuesto a establecer una relación contigo y por eso te doy mi mano abierta" e, inemdiatamente, "...pero no te sobrepases porque te voy a golpear" y se chocan los puños.

En los últimos años ha surgido esta otra forma de estrechar las manos y abrazarse, pero sin soltar las manos que se unieron previamente. Igual que lo anterior, parece que se dijera "te reconozco como un ser humano igual a mí pero estos puños ponen el límite entre tú y yo", un obstáculo que impide un contacto integral; el puño, otra vez, es una amenaza. Debe ser un larga alienación que nos han inyectado en el alma la idea de que la violencia es la mejor vía de resolución de conflictos.

En el primer encuentro con Deborah, intercambiamos palabras e intercambiamos venias. Palabras y gestos. En el Japón, entre nipones, tamibén suceden las palabras antes que los gestos. La palabra más común es konnichiha (hola), a la que se le agrega unas partículos al final para darle más o menos formalidad. Y luego la venia (ojigi). Es una señal de humildad.

E el «Una japonesa en el japón», Nora dice que la venia "No es solo un acto de cortesía, es algo más profundo, y a pesar de inclinarse al saludar, no significa humillación ni sumisión. Inclinar la cabeza delante de una persona, significa literalmente “entregar la cabeza” (頭を差し出す – atama wo sashidasu). Es decir, ofrecer la parte más débil del cuerpo humano, significa confiar en esa persona, es un acto de respeto y confianza".


Las estrechas calles de Koenji, Tokio. Foto: Álvaro Samaniego


Los japoneses son muy protocolarios y el ojigi no se hace caminando, hay que detenerse. En el caso de los hombres, poner las manos en los muslos, en la famosa línea del pantalón. Las mujeres tratan de juntar las manos al frente para hacer la venia.

La inclinación es diferente para cada caso: un poco para saludar a alquien conocido, otro poco para saludar a alguien desconocido, algo más cuando se hace una presentación pública y un poco más todavía en actos oficiales y religiosos. Yo imagino que para saludar al Emperador con propiedad se debe hacer una venia que toque la cabeza contra el piso.

Eso es exactamente lo que se hace cuando se comete una falta grave. Luego del terremoto de 2011, que afectó gravemente a la planta nuclear de Fukushima, los integrantes del Consejo de Administración de la empresaa Tepco –compañía propietaria de la central- pidieron disculpas públicamente con una venia que los llevó a tocar la frente contra el piso.

La venia puede ir de un "hola" dicho al viento a un pedido de disculpas extremo. Las venias son abundantes en una sociedad marcada por la cordialidad, que supone que ningún gesto de respeto es excesivo. He visto en la calle a personas que se despiden de una llamada telefónica con una venia. De manera que las cervicales que permiten el movimiento del cuello y, evidentemente, que son indispensables para hacer el ojigi, se sobrecargan de trabajo.

Para este Llamingo, el ejercicio de la cervical ha sido permanente y ha resultado saludable inclinar la cabeza para saludar a alguien y no solamente para responder mensajes en el teléfono celular. Ahí es cuando se producen las lesiones de la cervical, cuando se tiene la cabeza abajo en un acto de sumisión a la tecnología y no en una señal de respeto por otro ser humano.

Les veré muy pronto. Eso es seguro.

(Artículo actualizado en julio de 2020)

Comentarios

Entradas populares