A sangre y savia

Buenas tardes, saludos a todos:

Les queda muy poco tiempo para desojar margaritas porque hay, en general, pocas margaritas y porque el negocio de flores pasa demasiado rápido, en volúmenes inmensos y con valores muy importantes.
FAJ, las iniciales en inglés de Flower Auction Japan, es un lugar en donde se vive el hecho cierto y esencial del comercio en toda su magnitud, deja de ser un concepto abstracto que se materializa en hojas de cálculo. Aquí se vuelve un asunto de sangre y savia, de pigmentos y adrenalina.
La institución propietaria del lugar, que tiene el mismo nombre, es un intermediario entre los importadores y las empresa de comercialización que todos los días las venderán luego a los consumidores. Es, para resumirlo mejor, un mercado de subastas.
En una año se negocian unos 5.000 millones de tallos. Para tener una idea, cada japonés compra 35 tallos por año. No, no es así de literal la cosa, pero sirve para entender el tamaño del mercado de flores de Japón.
En términos generales (este no es un análisis de mercado de manera que no tendrá precisión científica) las tres cuartas partes de las flores que se importan llegan ya negociadas, es decir hay un dueño que ya pagó por ellas y las espera en el puerto. Pero una cuarta parte no, debe encontrar quién compre.
El mercado de subasta se encarga de esa cuarta parte, allí se encuentran los importadores y los comercializadores. Un funcionario de la FAJ muestra las flores contenidas en una caja. Esta muestra se hace simultáneamente en manos de otros seis funcionarios. En un cálculo rápido, cada minuto se muestran 20 variedades de flores y este mercado de subasta trabaja unas 4 horas cada día.
Mostrado el producto, al otro lado, en una galería dispuesta en graderío (miren las fotos por si esta explicación es confusa) están los compradores. Al frente tienen toda la tegnología necesaria para poder comprar. Se vende la parte que escoge quien paga el mejor precio.
No es difícil que en un día, en este local, se negocien cinco millones y medio de dólares (mas de tres millones de tallos), de decenas de variedades de flores. Además, al lado del gran escenario donde se hacen los negocios grandes, se venden flores en volumenes menos importante, puede comprarlo un consumidor o el dueño de una floristería.
Todos los colores todos. Las formas más arteras. Precios de fantasía.
No sé cuántos más hayan hecho lo mismo, pero creo que Japón es el único país cuyo escudo nacional y el símbolo de la casa imperial es una flor, el crisantemo. Una buena parte de los dioses y las deidades del shintoísmo, la religión japonesa, representan a la naturaleza, de manera que no es raro que sientan apego por las flores abiertas con desvergüenza y con faz de deidad. Todos gozan cuando los sakura, árboles endémicas, dan flor uno día y dos días después se vuelven a desnudar. Entonces, se sientan al pie de los árboles a comer y a beber para festejar la vida, en esos dos días de pétalos que vuelvan sin necesidad de que nadie esté deshojando margaritas.
Japón consume flores a sangre y savia. El Ecuador pierde posiciones todos los días en este mercado. Me da la impresión que a los productores les da pereza someterse a las exigencias de los consumidores. Allá ellos, que sigan siendo exportadores aficionados.

Les veo prontito.

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