"Kanpo", hierbas que curan

Hola a todos, qué gusto de verles.
 

Por razones del todo beneficiosas (muchos considerarán una contradicción esta frase pero, vamos, podría ser peor) he asistido por algunos meses a un tratamiento de acupuntura.
La doctora Yoko (Yoko sensei) estuvo jugando a ser banderillera y me perforó con su acupuntura en todos los lugares que ha querido pero, obvio, es por mi bien y de ahí que haya resultado beneficioso, de principio a fin, asistir al tratamiento, ser la víctima de un agujeramiento alevoso.

Mis problemas de salud se suelen resolver de inicio, en un procentaje alto, en base al grado de confianza con la persona que me trata. Yoko sensei es de aquellas doctoras que me comienzan a curar solamente con la sonrisa que me brinda al saludar.
Pero no pensé que una consulta mía podría contagiarle de alguna confusión o cierto pesar, un cambio negativo de ánimo; era normal y ya era tiempo que aborde el tema de la medicina tradicional japonesa. Resultó aún más curiosa esa molestia cuando en occidente existe una tendencia evidente por idolatrar todo aquello que suene a medicina tradicional asiática tanto, y en contradicción, con todos los cartesianos que defienden la medicina alopática con una enjundia digna de mejor causa. Yo pensé que íbamos a sentarnos a conversar ilimitadamente de lo bueno que puede ser el mundo. No sucedió así.
El espírirtu azorado de Yoko sensei me llevó a leer algo y a investigar un poco más y tanta preguntardera me condujo directo a la Restauración Meiji, época de la historia a la que Japón le debe todo lo bueno y todo lo malo que le pasa ahora.
A saber, es la era en la que se cambió la naturaleza del país: de una nación cerrada a cal y canto por los muros del mar a otro abierto por completo a la influencia extranjera.
En el caso de la medicina, la Restauración Meiji ofreció una apertura agresiva, impositiva, una alienación absoluta de las prácticas foráneas. Por normativa era obligatorio practicar exclusivamente los métodos científicos y médicos de occidente.
Para que un doctor sea considerado como tal y pueda ejercer debía aprobar un examen sobre la medicina occidental. A la larga, la medicina tradicional se conviritió en una "práctica no autorizada", tal como sucedió, por ejemplo, con los sistemas médicos andinos prehispánicos.
En muchos aspectos de la vida nacional, abrir el país al mundo significó alentar a que ingrese lo foráneo como la solución mágica de todos los problemas. Sin ningún matiz. Fuen en esa época cuando, por ejemplo, y lo digo con harta pena, lo moderno era vestirse con el flemático, aburrido, anodino y presumido frac, dejaron de lado la maravillosa estética de los quimono (ojalá llegue el día en el que el Emperador vuelva a vestir quimono).

Lo pueblos son sabios y a pesar de las prohibiciones la gente siguió utilizando la medicina tradicional y, amparados por la sombras, la perfeccionaron mucho más todavía.
La medicina tradicional kanpo (漢方) es la adaptación japonesa de la medicina desarrollada por los chinos. El conocimiento principal de la medicina de la China data de un siglo antes de Jesucristo.
Esos sistemas de sanación cruzaron las aguas y llegaron a Japón en el siglo VII. Desde entonces, se inició un proceso de adaptación a lo nipón, proceso que no se detuvo nunca.
Fotografía tomada de la página web de la Farmacia Ginza Uozumi
El kanpo es básicamente el uso de hierbas para lograr que vuelvan el equilibrio a la circulación de la energía vital del cuerpo.
Es decir, la medicina occidental ha creado combinaciones químicas para eliminar los síntomas, mientras la japonesa (la asiática en realidad) trata de que exista una armonía entre todas las partes del organismo; la armonía es el paso inicial a la sanación. 
Un siglo después de la oposición a la medicina tradicional las autoridades comprendieron que era inevitable incluir estos procesos atávicos en el sistema de salud estatal. Poco a poco se han aceptado medicinas como parte de los servicios gubernamentales; en 2018 ya superaban los 148 kanpo.
Por medicina kanpo se debe entender la combinación de hierbas para un fin específico. Pero se ha llegado a un punto en el que se sabe científicamente las proporciones exactas que se deben mezclar; cuánto de esto hay que mezclar con cuánto de aquello para que se pueda curar el mal que se siente aquí, provocado por un desequilibrio de lo de más allá. En ningún caso se usa partes de animales, en ninguno.
La medicina tradicional japonesa tiene de hierbas y de otras prácticas igualmente antiquísimas. La acupuntura o hari; el calentamiento del punto o moxibustión ("moxa", una práctica declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad); el masaje; las presiones con los dedos o shiatsu; la reanimación o kuatsu; y, la curación de las articulaciones y huesos o seifuku.
Pero el centro sigue siendo el kanpo, las hierbas mezcladas en su justa proporción. Gracias a la política moderna del gobierno, las fórmulas de la medicinas son públicas, cualquier empresa puede fabricarlas siempre que cumpla las normas, lo cual le quita el morbo mercantil de la medicina occidental y el inevitable sabor a metal valorado que tienen muchas pastillas.
Para diagnosticar a un paciente, la medicina kanpo se basa en la patofisiología (que estudia los cambios en las funciones de las células y órganos asociados a la enfermedad y el envejecimiento) y los cinco sentidos.
Yoko sensei estaba triste porque la mayoría de la población usa medicina occidental. Aunque la tendencia se está revirtiendo, me parece leer en la mirada algo así como "esto no debió haber pasado". Es decir, nunca se debió vetar la tradición para reemplazarla por una modernización artificial.
Luego de escribir este artículo busque las palabras cabales para reconfortar el espíritu de Yoko sensei y lograr que me inicie en la comprensión del equilibrio del flujo de la energía vital.


Les cuento enseguida.

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