El teatro del noh o la plenitud del vacío

Siento mucho gusto de saludar con ustedes y esto lo digo con una máscara roja y un movimiento lento.

¡Se abre el telón! No, no se abre porque no hay ningún telón. Vamos a hablar de teatro en Japón y en ninguna de las expresiones principales del teatro tradicional hay una tela que oculte lo que sucede dentro del escenario. Todo es abierto.
Y sucedió este primer acercamiento a las artes escénicas locales en un descampado al frente de una enorme tienda de departamentos.
El escenario está dispuesto como mandan las normas: un corredor que simboliza un puente a la izquierda del público. Un escenario de madera de seis metros por cada lado. A pesar  de que la electricidad ha resuelto algunos problemas del relato dramático, se ha prendido fuego en cuatro braseros alrededor del escenario. Primero aparecen los músicos y los cantantes. Emiten sonidos que evidentemente no son el acompañamiento musical de una obra de Broadway sino que son parte de los elementos de este complicado juego de simbolismos con los que se expresa arte. Se ha iniciado el teatro vivo más antiguo del mundo: noh.
Hace juego con otras formas de teatro cuya tradición se comenzó a construir siglos atrás: el kyogen, el kabuki y el bunraku, que es el teatro de marionetas; las cuatro esquinas de una escena tridimensional.
Tienen algo en común, que no todo. El tiempo de nacimiento: los orígenes son relativamente iguales. Cuando finalmente el clan Tokugawa logró pacificar el archipiélago de las guerras entre sogunes se pudo usar la energía diaria y los esfuerzos de otra manera, se vivía la era Edo. Las ciudades crecieron y se llenaron de comerciantes, artesanos y una burguesía que maduraba. Pero, también, los castillos de los sogunes redirigieron parte de la dinámica diaria a la cultura (los samurái, además de guerreros diestros se destacaban en la artes como la actuación).
Uno por uno: el kabuki es la unión de las primeras sílabas de las palabras en japonés de “cantar”, “bailar” y “habilidad”. Era una expresión artística popular, que estaba fuera de los muros de los castillos de los sogunes, era parte de un desate de creación que se vivía entre los comerciantes y ciudadanos.
Kabuki
Es imposible que las expresiones artísticas se desliguen por completo de la realidad y los códigos estéticos de esa época se reflejaban en los magníficos vestuarios y escenarios del kabuki, también en las obras, en las que se recuerda y se magnifica a los héroes de la historia nacional pero también cumple el papel de reconciliador entre los deseos personales y las obligaciones sociales.
En la primera infancia, el kabuki era un teatro actuado solo por mujeres y se había derivado de las danzas y el teatro ligero que se representaba en el santuario de Izumo. Con el tiempo se prohibió la actuación de mujeres y de jóvenes porque se descubrió alguna relación entre el kabuki y la prostitución. Desde entonces los actores son siempre hombres maduros, inclusive para representar personajes femeninos, y se evitan las escenas de sexo.
Se divide generalmente en tres estilos: obras históricas, que relatan hechos en los que se  sobredimensiona de los actos de heroísmo samurái; las obras domésticas, que debieron haber sido para los espectadores como un informativo noticioso porque contaba frecuentemente hechos que alteraban la tranquilidad ciudadana (escándalos, asesinatos, suicidios); y, el tercer tipo de kabuki es la danza.
Cada actor forma parte de una familia de actores que es también una escuela de especialización, y cada familia tiene un estilo y una forma de actuar específicos para cada papel.
La más famosa línea familiar del kabuki es la que dirige Ichikawa Danjuro, es el décimo segundo heredero. Quien forma parte de la familia debe aprender y dominar un estilo particular que les identifica, tanto en la manera de representar a los personajes cuanto en los matices personales.
Uno de los aspectos llamativos es el de hombres representando papeles femeninos. No son imitadores, no son un espejo de las mujeres, buscan expresar simbólicamente la esencia de la feminidad.
También se destacan las canciones líricas que son largas; se interpreta también varios tipos de música narrativa con flautas, shamisen de tres cuerdas y tambores.
La UNESCO lo declaró Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad en 2005.
Tan antiguo, con un origen muy semejante e igualmente exclusivo de Japón es el bunraku. Es una estilo de teatro en el que los intérpretes son marionetas, pero no por ello es menos serio ni tampoco puede definirse como teatro infantil.
Bunraku
Probablemente su genética sea mucho más antigua. Ya en el periodo Heian (794–1185), los titiriteros itinerantes actuaban a cambio de donaciones; los actores manipulaban dos marionetas y el escenario era una caja colgada del cuello.
Tanto como el kabuki, las marionetas eran como pregoneros de noticias y sucesos. Un ejemplo de ello es la obra de Kanadehon Chushingura basada en los incidentes del Señor de Ako y los 47 ronin, que se estrenó 47 años después del suceso, en 1748.
Sucedió, pasa todavía, que muchas obras cuyos autores las crearon para ser representadas en bunraku luego eran adaptas para las tablas del kabuki. Y sucedió también lo contrario.
Las marionetas miden de la mitad a dos tercios de una persona. Tienen unas 70 cabezas de marionetas para diferentes personajes. Una marioneta de un guerrero samurái con su traje puede pesar 20 kilogramos.
En la actualidad los grupos de tres titiriteros están con el rostro descubierto sobre el escenario aunque tradicionalmente vestían trajes y capuchas negras para hacerse simbólicamente invisibles.
El bunraku es, así mismo, Patrimonio de la Humanidad.
Noh
Lo que viene a continuación es el noh, la expresión más seria, más abstracta y, en su origen, la más elitista de todas. Desarrolló su estructura básica en el siglo XIV y por eso es el más antiguo del mundo.
En el teatro del noh lo que sucede no es evidente, es fundamentalmente un teatro simbólico y lo importante no es la historia ni la escenografía sino el ritual. Pero, además, la sugerencia de una atmósfera estética rarificada.
Cuando el noh era todavía relativamente nuevo en la vida del Japón, Zeami, el líder de un grupo de actores, recibió el patrocinio permanente del sogún Yoshimitsu y esto le dio la oportunidad y el tiempo para refinar la estética del teatro noh en dos principios: la imitación de las cosas y un ideal estético influenciado por el zen que enfatizaba la sugerencia del misterio y la profundidad. Es un teatro pausado y solemne.
También son características las máscaras y existen tantas cuantos personajes se presentan. Hay una para las mujeres jóvenes, otra para ancianos y unas más para demonios. Pero incluso en cada categoría hay diferentes niveles de dignidad que influyen en el papel que se representa y en la obra en general. A pesar de la rigidez, son máscaras versátiles, pude cambiar una expresión de alegría a otra de tristeza con un ligero cambio de luz, de la forma como las sombras caen sobre los rasgos.
Además de las máscaras, los trajes tienen unos diseños muy atrevidos, pueden ser de cinco capas cubiertas por una prenda exterior de rico brocado y pelucas de colores, que contrastan con un escenario generalmente muy limpio. El abanico es otro de los elementos escénicos simbólicos fundamentales, puede representar todos los objetos, desde una espada hasta un cucharón.
Una obra de noh puede tener cuatro o cinco partes. Al inicio y entre los actos se presenta una forma de teatro que es inseparable pero opuesta: el kyogen. Se tratan de historias cortas cuyo objetivo principal es hacer reír a la gente. Cuenta, también, historias relacionadas con la cotidianidad de las personas y lograr distender el ánimo más denso que genera el noh. No existe la posibilidad de que se representen por separado el noh y el kyogen. Una obra completa puede demorar varias horas.
Octavio Paz, el profundo pensador nacido en México, hace una reflexión sobre la estética japonesa y el zen. Cita a Zeami y sus enseñanzas sobre la profundidad del noh, advierte que “Un maestro del arte no moverá el corazón de su auditorio sino cuando ha eliminado todo: danza, canto, gesticulaciones y las palabras mismas. Entonces, la emoción brota de la quietud. Esto se llama la danza congelada”, porque la esencia del noh está en la quietud. Octavio Paz agrega: “solo la contemplación que nos propone Zeami posee un carácter distinto del éxtasis occidental: la diferencia es capital porque para la estética del noh, el arte no convoca a una presencia sino, más bien, a una ausencia. La cima del instante contemplativo es un estado paradójico: es un no ser en el que, de alguna manera, se da el pleno ser. Plenitud del vacío”.

Con esto me despido hasta muy pronto. Gracias por estar aquí.

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