Las caldas japonesas, dejarse acariciar por los dioses

Han llegado ya. Bien, vengan por aquí, acomódense.
Es mejor considerarlo como una de las pruebas cumbre para calificar cuán permeable es una persona con una cultura ajena. La comida suele ser el examen más común en el que una persona muestra su predisposición a integrarse, o a no hacerlo, a un país que visita y a una cultura que desconoce.
Pero en Japón la prueba de fuego no es comer pescado crudo ni desencantarse porque no existe el California roll, el reto es ir a un onsen, a los baños públicos termales que, a pesar de todo lo buenos que son, someten a las personas a la, para algunos, catastrófica necesidad de compartir una actividad social en desnudez absoluta.

El baño que está fuera de la construcción se conoce como rotenburo
Eso sucede en los onsen, baños termales que tienen unas características exclusivos del Japón. De inicio, el onsen es visto como un rito cotidiano para sostener el equilibrio del cuerpo y del alma, y también se puede ver como una muestra muy gráfica de los protocolos y las etiquetas a través de los que los japoneses se comunican.
Bien. El sitio Japonismo publicó una guía para comportarse adecuadamente en los baños y en ese artículo menciona que “El baño es muy importante para los japoneses. Si para el budismo el baño nos depura de los siete males y nos concede las siete bendiciones, para el sintoísmo es un rito de purificación y está claro que ambas religiones han influido en cómo los japoneses piensan respecto al baño”.
Por este hálito religioso y por la manera cómo se ha compuesto en el tiepo no debe ni puede considerarse un acto de higiene aislado, por un lado, ni solamente un encuentro de socialización, por el otro. Es un ritual de purificación, significa confiar en un factor externo que actúa para devolverle el equilibrio al cuerpo y, al tiempo, aprovecha las virtudes para bien del espíritu.

Personas que interactúan con respeto a la tranquilidad que buscan otros
Las estadísticas pueden ser útiles para entender la dimensión de esta práctica tradicional. El lugar Nippon publicó un artículo del médico Matsuda Tadanori, quien toma estadísticas oficiales que informan que en todo el territorio existen unas 27.000 fuentes de aguas termales. Estas fuentes expelen unos dos millones y medio de litros de agua por minuto, más o menos la cantidad de agua que caben en tres piscinas semi olímpicas cada 60 segundos. La misma publicación informa que “un 47 % de las aguas tienen tiene una temperatura superior a los 42 °”, calentura ideal para una buena calda.
Todas las fuentes son utilizadas para los onsen, pero hay otros tantos baños públicos que no tienen origen volcánico (se denominan sento) pero logran conseguir un efecto similar en base del uso de los mismos minerales.
El doctor Tadanori agrega que “Además, Japón cuenta con una gran cantidad de recursos hídricos procedentes de las precipitaciones que caen durante la temporada de lluvias y el paso de tifones, así como de las nevadas, lo que garantiza la abundancia de agua para las termas. Esto explica que desde tiempos antiguos, el pueblo japonés haya desarrollado una cultura particular de tratamientos termales, baños y caldas".
Es una tradición antiquísima. En este mismo blog se publicó un artículo (ver aquí) en el que se da cuenta de que, “Cuando comenzó a recibir clientes el hotel Nisiyama Onsen Keiunka, en el año 718, de tiempo en tiempo se escuchaban los cascos de los caballos y el golpeteo de las sandalias de madera de los caminantes que iban de Kioto a Edo (ciudad que después se llamó Tokio). Se les brindaba un lecho cómodo; un plato de arroz y sopa de miso; y, sobre todo, un baño de aguas termales, una de las más arraigadas tradiciones de Japón, que se conocen como onsen”. Nisiyama Onsen Keiunka es la empresa familiar más antigua del mundo, ha estado en las mismas manos desde hace casi 1.300 años.
En todo ese tiempo, las comprobaciones empíricas, primero, y las evidencias científicas después, confirmaron que el onsen tiene virtudes de higiene, de cosmética pero, sobre todo, de bienestar del sistema corporal. Para el médico Tadanori la clave está en los efectos contra la oxidación de las células.
“Las aguas termales, antes de salir a la superficie de la tierra, tienen propiedades reductoras, y puede decirse que sus sustancias químicas y valores están presentes en el proceso de desoxidación. El proceso de reducción consiste en reducir y reactivar las células del cuerpo humano susceptibles de sufrir graves enfermedades si se permite que la oxidación generada por las especies reactivas del oxígeno siga su curso. Prevenir la oxidación tiene también efectos antioxidantes”, afirma Tadanori-sensei en Nippon.
Por eso los baños son tan populares y por esa misma razón quien quiera tener una visión más cercana del niponismo deberá vencer los prejuicios y disfrutar de una experiencia en la que todos los seres humanos se ponen en el mismo nivel para dejarse acariciar por los dioses.
“…es además el lugar en el cual desaparecen casi por completo los rangos, la posición económica, los laureles intelectuales o las medallas de la farándula. Todos son hueso y pellejo”, se escribió hace varios años en este mismo blog, en el  artículo Cima y sima del pudor de un llamingo.

La zona de duchas: lavarse bien antes de entrar y después de salir
 Todos desnudos. Una de las reglas es que a la entrada hay una separación por género, motivado porque, pasada la puerta, todos van en pelota. Literalmente, es una relación social al desnudo.
Por otro lado, hay una serie de protocolos y etiquetas que no se pueden obviar. Probablemente todo gira alrededor del agua: es el espacio comunal donde todos comparten esta terapia integral, de manera que el agua debe estar perfectamente limpia.
Es necesario lavarse a conciencia antes de entrar en las piscinas. A todos los usuarios se les entrega una toalla de manos, que servirá para secarse el sudor del rostro. Obviamente, el sudor es sucio y a nadie se le ocurre enjuagar la toalla en las piscinas: esa agua es de uso comunal, es una mínima expresión de respeto por los demás, elimine el sudor en otro lado.
Los onsen normalmente tienen baños bajo techo y otros al aire libre. Es famosa la imagen de simios que, en invierno, no se aguantan las ganas de entrar en las aguas termales para recuperar un poco de temperatura corporal.
Las instalaciones complementarias son masajes, venta de comidas (y licor), y cuartos de relajación. Los más fanáticos recomiendan ir a un onsen antes y después. Antes y después de lo que sea, de todo.
Al parecer, el número de establecimientos está bajando, principalmente porque se ha desarrollado tecnologías para reproducir el placer del onsen en casa. Existen tinas con un sistema computarizado: se programa al mecanismo inteligente, el cual llena la tina tal cual como si fuera la piscina de un onsen tradicional famoso. Al final, una voz de mujer le dirá que su baño está listo: その温泉は準備ができています。
El doctor Matsuda Tadanori recuerda, en el artículo de Nippon, un escrito antiguo de su país: “En las crónicas Izumo no kuni fudoki (Topografía de la provincia de Izumo), cuyo origen se remontaría al año 733, se menciona Tamatsukuri Onsen, una zona de aguas termales situada en la actual prefectura de Shimane: “En esta aldea, manan aguas termales a la orilla del río. En el lugar donde brotan, coinciden hermosos paisajes del mar y la tierra. Hombres y mujeres, y ancianos y jóvenes van y vienen por la calle o caminan por la playa; se produce el mismo alboroto que en un mercado donde la gente se reune a diario, y todos disfrutan bañándose juntos y comiendo y bebiendo. Además, en estas aguas, si uno se baña una vez, su aspecto embellece; si se lava varias veces, sanará todo tipo de enfermedades. Desde tiempos antiguos, estos efectos se producen sin excepción alguna. Los hombres dicen que estas son aguas de los dioses.”
Si logra dejar los prejuicios junto con la ropa en los casilleros, es muy posible sentir las caricias de los dioses. Hay pocas cosas en el mundo tan reconfortantes.


 Unos días más y volveré a llamar su atención, hasta pronto.

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