En el envés del mundo 第二章 (Segunda parte)

Llego donde ustedes nuevamente para contarles esta otra parte de la historia que, a propósito, dejé inconclusa.  Hagamos un recuento: para un latino adaptarse a la vida en Japón demanda esfuerzo. Y más aún, como consta en esta segunda parte, si hemos de encontrarnos con un país que funciona a la izquierda

Japón es una país con un capitalismo pleno pero que ha logrado un estándar socialista de igualdad. Es decir, no hay pobres (salvo un porcentaje mínimo de indigentes “voluntarios”, gente que no quiere acogerse a los programas de protección), el nivel de vida promedio es alto y no hay personas escandalosamente ricas. Todos tienen acceso a todo. Eso se logró con el capitalismo que, en el caso de este país, conquistó los tan deseados preceptos del socialismo, un capitalismo que puso al ser humano en el escalón superior al libre mercado.
Es una definición económico-política difícil de entender pero real; hay pocos en capacidad de discutir que es un modelo de libre mercado pero, igualmente, nadie puede negar que ha logrado políticas de beneficio de los ciudadanos de gran impacto.

 
Pero no solamente son zurdos en los resultados de su política económica de tinte social. Hay una minoría respetable de países en el mundo en los que el volante está a la derecha del vehículo y se conduce por el carril de la izquierda.
Pero, independientemente de por dónde circulan los vehículos –y las personas- respetar este sencillo código ciudadano marca una diferencia crucial. Es un acuerdo social para que, por ejemplo, sea posible vivir en una megaciudad futurista como Tokio; así se ha organizado esta sociedad y así funciona.
Para los más de trece millones de habitantes de la ciudad (y treinta y cinco millones si se calcula la población del Tokio metropolitano), vivir en orden es un sinónimo de supervivencia, se necesita reglas claras; pero el éxito se ha logrado sobre todo por los ciudadanos que dispuestos a cumplirlas. Muchos personas en buena onda.
La actitud ciudadana es parte fundamental de los estudios formales. Los primeros años de escuela pueden ser resumidos en una larga, extensa y profunda preparación en torno a los valores fundamentales: solidaridad, organización, respeto. Estas virtudes son generales y se usan todos los días; para Tokio, esa es la razón por la que la ciudada logra ser el espacio de convivencia con calidad de tantas personas.
El Ecuador es el país con más densidad de población de Sudamérica, (66 habitantes por kilómetro cuadrado). Japón tiene 336 personas en cada kilómetro cuadrado y Tokio... Es una cifra que provoca miedo pero no hay alternativa: 6.282 habitantes por cada uno de sus más de dos mil kilómetros cuadrados (estadísticas de 2017). Un 50 % más que en Bogotá, más del doble que Lima, aproximadamente un 45 % más que Caracas.
No es conveniente dejarse asustar por estas cifras, la realidad es todavía más complicada. El que se ha mencionado es el número de residentes registrados en la ciudad, pero muchos más llegan todos los días para trabajar desde sus residencias ubicadas en las preferctuas vecinas. Esto, en cifras, signifaca que las cinco estaciones de metro más concurridas reciben al día no menos de seis millones de personas. ¿Que cómo se organiza a tanta gente? Fácil, caminan por la izquierda. En orden.
Pero, además, quienes la habitan saben que la responsabilidad es compartida entre las instituciones y los ciudadanos. En Japón existe un gran respeto por las personas. Y muchísima cordialidad. Debe ser el país el mundo que emite más agradecimiento por persona por hora en el mundo, estadísticas que incluye a los planetas que están habitados en las galaxias cercanas.
Shinjuku, para mencionar un caso, la estación con más movimiento del mundo, recibe al día tres y medio millones de pasajeros. La estación tiene 36 andenes y más de 200 salidas para atender a quienes viajan en una veintena de líneas de metro, tren y bus.

 
Sucede que hay orden, el orden marcado por la izquierda, puede ser de las pocas ciudades del mundo en la que se hace fila ordenada para entrar al metro inclusive en horas de mayor tráfico. la presión es aún mayor porque en su naturaleza está la puntualidad, pero también está la amabilidad.
Tienen la encantadora venia, un símbolo muy activo de la identidad, es un lenguaje que se traduce de diferentes formas dependiendo las circunstancias, pero venias se miran por todas partes y siempre. La palabra más común para saludar es konnichiwa, luego de decirlo se hace una venia, inclinación que es es una señal de humildad.
Existe un blog que nombrado "Una japonesa en el Japón". En él, Nora, la autora, dice que "No es solo un acto de cortesía, es algo más profundo, y a pesar de inclinarse al saludar, no significa humillación ni sumisión. Inclinar la cabeza delante de una persona significa literalmente ‘entregar la cabeza’ (頭を差し出す – atama wo sashidasu). Es decir, ofrecer la parte más débil del cuerpo humano significa que le confía su vida a (...) esa persona, es un acto de respeto y confianza".
Los japoneses son muy protocolarios y no se permiten el desafuero de hacer la venia mientras caminan. Se deben detener, los hombres colocan las manos sobre el músculo vasto lateral de los muslos, en la famosa línea del pantalón; y, las mujeres las juntan debajo del vientre, en el punto que se conoce en japonés como hara, donde se acumulan la energía vital y el equilibrio.
La inclinación es diferente para cada caso: unos pocos grados para saludar a alguien conocido, otro poco más para saludar a alguien desconocido, algo más cuando se hace una presentación pública y un poco más todavía en actos oficiales y religiosos. Es difícil para un extranjero saber hasta dónde deberá ir la venia para rendir el respeto justo a quien está al frente. Sin duda, si un japonés tuviera al Emperador frente a sí, la venía llegaría hasta cuando la frente toque el piso. La máxima expresión de respecto es también la manera más pronunciada de pedir perdón. Es famoso la venia que hicieron los principales ejecutivos de Tepco: es la empresa dueña de la planta de Fukushima, que tuvo un accidente nuclear luego del doble desastre natural de marzo de 2011. Frente a los medios de comunicación se arrodillaron y tocaron la cabeza con la frente para pedir disculpas al pueblo del Japón.
Los japoneses siempre expresarán mayor cordialidad con los extranjeros, porque saben que para ellos es difícil entender estos principios de vida. Muchos gaijin, paralabra que se usa para los visitantes y que se puede traducir como "forasteros", no intentan siquiera entender las razones por las que la cotidianidad es así.
Por eso, visto desde occidente, el Japón es un país excéntrico, en el que los ciudadanos defienden por sobre todo el orden y el respeto de la vida común, elementos que son más bien extraños en el mundo e, inclusive, en los países vecinos como las Corea y China. Hay abundante muestras en los actos cotidianos y son reglas no escritas que se desarrollaron desde hace siglos y para las que no se impone persecuciones legales, es suficiente con la conciencia. 

A los japoneses debieron acoplase a una vida así que es, desde otro punto de vista, un entrenamiento cotidiano para enfrentar los desastres naturales que les han golpeado con la mayor frecuencia del mundo. Ahora ya no pelean contra los desastres provocados por los fenómenos naturales, ahora saben vivir con ellos sin mayor drama. Además, por la izquierda.

Estoy pronto con ustedes y con el final de estos artículos. Hasta pronto.

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